EL MAESTRO Shrí Pávana era, por sobre todas las cosas, un “Jñáni”, un sabio que sigue el sendero del discernimiento y que lo va aplicando a sus acciones, viendo en las circunstancias difíciles de la vida momentos propicios para poner a prueba y experimentar aquel conocimiento al que arribó mediante su intensa práctica y reflexión. Gurudeva Shrí Pávana era verdaderamente un “Svámi”, totalmente dueño de sí, autocontrolado y muy exigente consigo mismo. Esa era una de sus características más sobresalientes, el dominio sobre sí mismo. Siempre respondía a cada situación en la forma óptima y con una templanza sorprendente. Se adaptaba a cualquier circunstancia y persona, le daba lo mismo el elogio que la crítica, siempre perdonaba y daba otra oportunidad. Irradiaba paz y felicidad. En su presencia se estaba siempre contento. Sus palabras eran tan precisas que no sobraba ni faltaba nada. Cuando el Maestro quería llamar la atención a alguno de sus discípulos, era severo y dulce a la vez. No era hiriente, sin embargo era muy rígido en la disciplina y sabía corregir con eficiencia, pero de forma tal en que nadie se sintiera dolido. Todo lo que enseñaba lo había experimentado y lo transmitía desde su propia maestría. Eso hacía que tocara el corazón y llegara al alma que se regocijaba al escucharlo. Generaba gran admiración en sus discípulos su equidad, su sabiduría y su capacidad para entender a la gente y conocer sus sentimientos, a la vez que disfrutaba de la vida tomando al mundo como un juego. Con paciencia infinita repetía una y mil veces sus enseñanzas, nunca se cansaba. Daba cada clase con el mismo entusiasmo que el primer día. Como verdaderas ventanas del alma, sus ojos destellaban con Luz Divina. Encontrarse con su mirada era una gran bendición. Un néctar celestial fluía desde sus sonrientes ojos impregnando el alma sedienta de Dios. Gurudeva nos dejó un tesoro, sus sagradas enseñanzas espirituales, para elevar a las generaciones venideras y que así sean muchos los que experimenten el deleite de la Realización del Ser. Los golpes de la vida no son más que llamados de atención para reflexionar sobre cómo vivimos y qué cambios debemos hacer. A través del Yoga y las enseñanzas de un verdadero maestro espiritual como Gurudevaji todo se puede lograr, sólo se necesita ser un buen discípulo. Un verdadero discípulo es quien trata de moldearse a sí mismo según las enseñanzas de su Guru, viviendo y actuando acorde a las mismas. Aunque no se lo haya conocido personalmente, pueden ser sus discípulos accediendo a sus sabias enseñanzas y reflejando en la vida el ideal del Maestro. Habiendo estado a su lado, esta vida no ha sido en vano. Muy por el contrario, es una vida pródiga en el fruto divino de la Realización del Ser. OM Shuchitá