src="Fotos/maestro.jpg" align=left hspace=12> El jívanmukta (pronúnciese yívanmukta) está libre de apegos y vive como un emperador. Tal “liberado en vida” no está disgustado con las personas del mundo, ni éstas están disgustadas con él.
Él discrimina entre un acto y otro llegando a decisiones rápidamente. Entiende la mente de otros, su conducta es amable y habla dulce y suavemente.
Así como un león se libera de la jaula, el jívanmukta se libera de las ataduras sociales, religiosas y costumbres de la vida, saliendo así de las redes del mundo.
Es joven entre los jóvenes, anciano entre los ancianos, valiente entre los valientes, niño entre los niños, y simpáticamente miserable entre los miserables.
Se ocupa de todos sus deberes sin deseo personal alguno, sino con un sentimiento de que la Voluntad Cósmica está siendo cumplida a través de él.
Su rostro no se vuelve inusualmente radiante en la prosperidad ni abatido en la miseria. Su posición mental es ecuánime en todos los estados.
La grandeza nunca es obstructiva, él trabaja en silencio sin buscar reconocimiento.
El jívanmukta puede disfrutar de la soledad pero no le teme a la compañía de los hombres, es infantil con los niños, jocoso con el joven, serio con los ancianos, paciente con los tontos, indulgente con los débiles y feliz con los sabios. Sonríe con todo el que sonríe, se lamenta con todos los que lloran. Nunca ofende a nadie, nunca tiene que perdonar... porque jamás se siente ofendido. OM

Nota del Diario "El Litoral"
09/10/99 "El último viaje, el más sublime"