EMOCIONES

Por Shuchitá Maháyoguiní

 

En la medida en que el hombre evoluciona, se manifiestan en él distintos tipos de emociones. Para satisfacer los deseos surgidos de ellas, aparecen en su vida diferentes personas con las que se relaciona mediante dichas emociones. A saber, padre, madre, hermanos, amigos, pareja, hijos, etc.

Esas emociones son comunes a todos los hombres. Pero en la medida en que alcanza estados superiores, aparece un estado refinado de emoción, este es el de la devoción.

La devoción es la forma concentrada de todas las otras formas de emoción. Sin embargo, la devoción está exenta de las limitaciones de éstas. ¿Por qué? Las emociones humanas comunes son dualistas; en ellas hay intereses, deseos, anhelos por recibir gratificación por parte del ser amado. Esas expectativas generan ansiedad e inquietud debido a que su satisfacción está condicionada a la voluntad de la otra parte. El temor se vuelve una constante, seguido por frustraciones y decepción.

La devoción es amor divino que da sin esperar nada, llevando a la desaparición de la dualidad que nos separa del objeto de devoción. Por el contrario, en las emociones comunes no se tiene deseo de unidad; es necesario que haya dos para poder recibir las vibraciones desde afuera que satisfagan así las propias emociones. Si nos convertimos en “uno”, el juego ya no tiene gracia. ¿Dónde está el otro para complacerme?

Todas las “emociones secundarias” están teñidas por el ego y son dispersas. El hombre siente emociones variadas hacia las distintas personas y objetos que lo rodean, por lo cual carecen de fuerza. Algunas veces sus emociones son acaparadas por una sola persona, la pareja; pero hay tantos deseos involucrados en esta emoción en particular, que es la que está más llena de temores, ansiedad, enojo, celos y toda clase de debilidades.

El ser humano tiene facilidad para expresar sus emociones a otros seres humanos. Es por eso que en India, las emociones se divinizan convirtiéndolas en devoción. ¿Cómo es esto? Los hijos ven a Dios en sus padres, los hermanos menores en sus hermanos mayores, la esposa en su esposo, el hombre de familia en el huésped y el discípulo en el Guru. Claro que, al estar arraigada la virtud en esa sociedad, resulta más fácil vislumbrar a la Divinidad en un ser humano purificado. Es cierto, por eso muchos eligen al Guru o Maestro Espiritual para enfocar su devoción porque les resulta más fácil identificarlo con Dios, si bien el Ser Supremo está presente en todos.

Pero no todos se acercan a un Guru con devoción, ya que esto depende de cuánto hayan refinado sus emociones. Muchas veces el ego se interpone y cree sentir devoción pero hay algún interés oculto, espera reconocimiento, atención y halagos especiales del Maestro. La verdadera devoción no espera nada.

El día en que la devoción florezca en ti, será una señal de que has andado mucho. Habiendo experimentado a lo largo de muchas vidas tantos temores, ansiedades, frustraciones y otra vez anhelos que quitan el sueño, para otra decepción y temor sucediéndose en una repetición inagotable, un día, como cuando se abre un loto blanco para recibir la luz del sol, nace en tu corazón la devoción incondicional que te lleva, como la corriente poderosa de un río turbulento, a fundirte en el océano de la Beatitud Divina. OM

                                                                                              Shuchitá Maháyoguiní