EL DISCÍPULO (1)
Por Shuchitá Maháyoguiní

Ser discípulo no es fácil, tiene muchos requisitos. Un buen discípulo debe tener entrega, confianza en el Guru, sinceridad y un gran anhelo de alcanzar la Realización del Ser.
El ego juega muchas malas pasadas en el sendero espiritual. Para combatirlo, no hay nada mejor que la relación Guru-discípulo.
Una de las discípulas directas del Maestro Pávanaji, Suphalá, contó en una Satsanga el siguiente episodio:
“Una vez le dije, 'Maestro, cuando me reúno con otras personas a comer y digo que soy vegetariana, me miran mal como si les molestara que no coma carne'. El Maestro me hizo ver que el problema era mío y no de ellos. Pero yo insistí. Entonces, ya casi con impaciencia me dijo enérgicamente 'Suphalá, si quiere comer carne, coma; no hay que sacarla del estómago si antes no se la sacó de la cabeza'. Nunca más me olvidé de sus palabras, recuerdo hasta el tono de voz con que me lo dijo, me parece escucharlo”. Contaba sonriente, sintiéndose bendecida por ese llamado de atención.
Si uno va a ver a un Mahatma, a su Maestro, en busca de una aclaración o una respuesta, no debe tratar de convencer al Guru con los débiles argumentos de su mente. Si el Maestro le hace ver un error o un engaño de su propia mente, jamás debe insistir o tratar de dar explicaciones. La mente puede engañar a uno mismo, pero no al Guru que lo observa desde afuera. ¡Por algo es Guru! Está para detectar esas falencias y advertir a su discípulo. Él conoce, tiene la experiencia de haber doblegado a su propia mente.
La palabra del Guru es sagrada. Un discípulo obediente puede avanzar muy rápidamente en el sendero espiritual. La obediencia es mejor que la alabanza.
Si tienes un Guru, sé obediente, sé humilde, pon en práctica todas y cada una de sus divinas palabras. Alcanzarás gran gloria, paz y felicidad infinita. OM